Esta obra es el resultado de una etnografía realizada durante un año en un barrio del Centro Histórico de Quito, cuya reputación está vinculada a la violencia y al microtráfico de drogas. El autor presenta los relatos de vida de tres hombres jóvenes, afrodescendientes oriundos de la provincia de Esmeraldas, que migraron a la capital del Ecuador y se instalaron en dicho barrio. Álvarez describe sus estrategias de supervivencia, tanto formales y legales como informales e ilegales. A partir de la cotidianidad de la vida barrial, el autor explica las formas en que se manifiestan los efectos sociohistóricos y políticos de la violencia estructural, una categoría desarrollada por Johan Galtung. Más allá del sufrimiento, los conflictos culturales, las desigualdades étnicas y las prácticas identitarias de estos jóvenes migrantes, el autor muestra su ingenio para sobrevivir en un espacio urbano, social y cultural que consideran hostil.