El contexto era el de una cárcel de la miseria: un sitio de encierro de exponentes de los sectores populares ecuatorianos signados como antisociales a lo largo de generaciones de búsqueda de la vida en los intersticios, y de mujeres de otros sectores y países involucradas en las redes del capitalismo ilegal desarrollado en torno a la ilicitud de ciertas drogas. El contexto era el de una cárcel propia del sistema penitenciario ecuatoriano, abandonado por las más altas autoridades del Estado a la autogestión de la pena y, por eso mismo, permeable a las redes de cooperación social de las personas presas, y a los más diversos empeños de autogestión de comerciantes autónomas, callejeras y penitenciarias. El contexto era paradójico: se trataba del hacinamiento de personas empobrecidas, se intensificaba el castigo para las más depauperadas, pero el abandono del sistema permitía la disputa de la propia humanidad con los agentes del orden. Cada día, la población penitenciaria y aquella que callejeaba estrechando los fluidos vínculos entre las cárceles y la ciudad, indisciplinada, aguzaban la capacidad autopoiética de su humanidad sitiada. SitiadAs es un libro honesto. No nos endulza con la promesa de la diversidad vaciada de conflictos. Nos ofrece una reflexión profunda sobre nuestra sociedad contrahecha por el neoliberalismo, precisamente porque se produjo desde la experiencia intensa de la desigualdad y la diferencia. Habla desde ese lugar de encuentro, muchas veces imposible, de las profundidades subjetivas de la diferencia fraguada al calor del capitalismo contemporáneo y la insubordinación de las mujeres empobrecidas.