Comenzar
a transitar el pensamiento de San Agustín es sumergirse en un mar de sabiduría
madurada desde la fe; desde esa personal experiencia de diálogo entre la razón
y la fe de este gran obispo que puso su impronta en la Iglesia y en la cultura
de occidente. Buscador incansable de la
Verdad, nunca vivió la superficialidad. La sed, la búsqueda inquieta y
constante de esa Verdad ha sido la característica de su existencia. Nos
podríamos preguntar qué le aporta al hombre de hoy estas reflexiones sobre los
temas estudiados en este libro desde el punto de visto agustiniano; qué nos
puede decir un hombre que vivió en una época distinta y tan distante de la
nuestra, con cultura, costumbres y contextos tan diferentes. El mismo Agustín
nos da la respuesta: “A mí me parece que hay que conducir de nuevo a los
hombres (…) a la esperanza de encontrar la verdad.