Si Ud. tomó la decisión de leer este manual, es porque posee, por lo
menos, algún interés en el tema. Podemos hacernos varias preguntas sobre
los mo¬tivos de dicho interés. Una respuesta posible a esas preguntas sobre el “emprender” es que hay, por lo menos, tres impulsores para dicho interés, a saber:
1. La necesidad:
Los hechos de la vida (de todo tipo: cambios laborales, separación,
conflictos, fallecimiento, despido, quiebra de empresas, ingresos
insuficientes, etc.) nos ponen en la coyuntura
de tomar decisiones, de intentar nuevos caminos. Incluso, esas
decisiones pueden no ser voluntarias (muchas veces no lo son) porque el
escenario en donde hasta ese momento vivíamos, cambió.
Sin embargo, la necesidad es condición necesaria pero no suficiente. A
todos nos tocan los hechos de la vida, pero eso no nos impulsa, por sí
solo, a emprender. Una persona que quedó sin trabajo buscará otra
actividad para ganarse la vida, encontrará otra ocupación, pero no
necesariamente la transformará en emprendedora.
2. El descubrimiento:
De pronto, nos damos cuenta que una persistente molestia por cómo
esta¬mos viviendo, o trabajando o desempeñándonos en nuestro oficio o
profesión, puede realizarse de otra forma,
en otros ámbitos o adquirir otra perspectiva. O, ya no referido a lo
que podamos hacer, sino sobre lo que podemos ser, que podría ser
distinto a lo que somos hoy. Esto puede presentarse “de pronto” o
producto de un largo rumiar. La ocupación que se encontró tendrá otra
perspectiva o que lo llevará a desempeñarse en otro rol. Descubre, por
ejemplo, que puede ser patrón o que el servicio puede realizarse de otra
forma o brindando otros servicios. Pero, para que ese descubrimiento se
concrete, requiere de otro condimento.
3. La pasión y el coraje:
Que se nos presenta como aquel objeto de deseo (que puede ser una
activi¬dad, una forma de hacer las cosas, un modo de vivir, algo que
queramos y nos atrevamos a realizar)
sin lo cual no podríamos vivir o lo haríamos permanente¬mente
insatisfechos. También, que nos genera la proactividad suficiente como
para pasar de la idea a la acción una y otra vez, hasta lograr aquello
que “descubrimos”.
De los tres, éste es, quizás, el impulsor más fuerte, el que justifica todos los esfuerzos, frustraciones y riesgos.
Porque “emprender” no es fácil. Y, en consecuencia, sólo se luchará por
aquello que apreciamos fuertemente, pero que, además, nos atrevamos a
concretar.