A los treinta años de enseñanza de la Biblia, me pareció oportuno hacer un balance de mi actividad como “ministro de la Palabra” en que el esfuerzo por integrar la fe y la justicia ha sido como el hilo conductor de mi docencia. La fe exige la justicia, pero la omnipresente injusticia de nuestro mundo es un desafío para la fe que vivimos y predicamos. Por eso me he esforzado en purificar la fe, a la luz de la Palabra, y fundar el compromiso con la justicia en la fe que brota como respuesta a esa Palabra. En mi lectura de la Palabra, he procurado que un oído esté atento al texto inspirado y otro atento a la realidad que me toca vivir, porque desde la realidad se pueden lanzar preguntas e interpelaciones al texto. Por eso ahora presento la síntesis de mi preocupación, “La justicia que brota de la fe”, tratando de encontrar en la fe la motivación para el compromiso con la justicia... Compromiso urgente que nos hace pensar que “otro mundo es posible”, un mundo con “un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia” (2Pe 3, 13).
