El autor
concibe la educación como empresa personal y social. En tanto empresa, la
actividad educacional supone – entre otros aspectos – organizaciones
coordinadas de esfuerzos que buscan determinados resultados formativos; es una
alternativa de grupo cualificado. En tanto personal, porque hace a la formación
de cada individuo respecto de su concepción espiritual, su desarrollo físico y
psíquico. En tanto social, porque esta empresa nace de la entraña misma de la
educación. Es, esencialmente, una relación y un acto de comunicación entre
personas; comunicación humana que resulta imprescindible para el hombre y su
trascendencia en busca de la felicidad, desde que nace hasta que muere.
La obra
convoca a desarrollar un programa permanente de transformación educativa, cuyo
objetivo sea – entre otros aspectos – encontrar un justo equilibrio entre el
conflicto, la crítica, la reflexión, la investigación, la acción. Impulsa
transformar el “orden” existente en los sistemas nacionales de educación, en
busca de un nuevo equilibrio en el papel del Estado, complementario de la
acción protagónica de los agentes sociales en la realización de la educación de
los pueblos.