La obra de Sicilia conduce al amor de los orígenes, a la ausencia de explicaciones ante el poema y sus imágenes, a no creer que esto “quiere decir” aquello, sino que esto es aquello. No hay que esquivar el mysterium tremendum, el temor religioso; antes bien, experimentarlo en carne propia, para que pueda verse superado por la esperanza. Con esta selección, el autor, humilde y sencillo, pone de manifiesto, ante nuestros ojos, las estaciones clave de su irrenunciable, innegable vía en este mundo, a la vez grata y dolorosa (como lo confirman los poemas “Gozo” y “Dolor”): doce poemas pertenecientes a cuatro libros, una muestra clarísima y bien elegida del canto que él reconoce haber emitido en eco a su observancia espiritual. Aunque esta es apenas una muestra de la vasta obra que ha escrito Javier Sicilia a lo largo de la vida, el lector sentirá que existió un motivo poderoso para ceñirla de este modo y, en su discurso, a una plenitud, un abarcamiento de los puntos esenciales de su imago mundi.