En este libro, el diseñador es planteado como mediador de las necesidades sociales, que requieren de la labor diseñística desde una perspectiva endógena, dirigiéndose a la permanente construcción y reconstrucción de identidades, lo cual requiere de una práctica que reconozca el derecho a la participación de las comunidades y de los actores de intervenir en las decisiones que afectan sus contextos más próximos. Así, el quehacer del diseño pone en juego su acción como disciplina que moviliza las diferentes metodologías, formas y capacidades que tiene para transformar un contexto.