Los escritores chicanos, fronterizos y transfronterizos han integrado un
canon literario que no termina de formar parte de la historia de la literatura
mexicana ni norteamericana, con razones mayormente ideológico-políticas en el
feroz rechazo a que las comunidades mexicoamericanas puedan construir un futuro
diferente al que les impone el mainstream dominante de la cultura que
los envuelve e invisibiliza. Obras situadas en espacios imaginarios y
simbólicos liminares en los que han buscado reconstituir, recodificar,
replantear y recobrar un sentido de unidad comunitaria, de pertenencia cultural
a raíces que se prolongan hasta expresiones originarias de la cultura mexicana.
Recuperaciones simbólicas que van desde el “panteón azteca”, hasta las figuras
emblemáticas de la Revolución mexicana como Emiliano Zapata, Francisco Villa,
las “adelitas”, pasando por las figuras de la Malinche, la Guadalupana o Sor
Juana Inés dela Cruz, desembocando en Frida Kahlo o Rosario Castellanos. Pero
también su “función social” ha sido, por ello, de resistencia y de formulación
de nuevas subjetividades a raíz de la asimilación de una diversidad de
discursos que no distinguen entre la alta cultura y sus manifestaciones
populares.
De lo que trata este libro es de ciertas
narrativas de escritores chicanos, fronterizos y transfronterizos, teniendo
como escenario la zona de flujos y reflujos culturales, económicos, políticos e
históricos que constituye la frontera, vecindad incómoda, entre México y los
Estados Unidos, y que funcionan como “costuras de la experiencia”; formas de
resolver lo que ha sido roto, abierto, dolido, separado, herido, desgarrado;
modos de resarcir el olvido dándole poderes al recuerdo, a la imaginación, al
sueño y la ficción para crear realidades complementarias en una comprensión que
desafíe discursos hegemónicos en los cuales se impone un único criterio de
verdad sobre las cosas: la del poder, el dominio, la marginación, condena y
explotación. Escrituras que figuran y nos hacen figurar en escenarios de
reivindicación de la dignidad humana. Ficciones que se definen en la
encrucijada de los destinos, en los entre-cruzamientos, en los cruces del ir y
venir del migrante, o las cruces que se van dejando a manera de cruel
testimonio. Los “cruzados” de y por la frontera, o los que andan con su cruza a
cuestas que, un poco inclinada, se convierte en la “x” a la que tanto nombró
don Alfonso Reyes. O como cuando se “inclina” la Guadalupana y deja ver, en su
aura, el rostro de la diosa Tonantzin para el peregrino de Aztlán.