La conmemoración de una batalla corre el riesgo de opacar a las otras batallas, de provocar el olvido de eventos en que los triunfadores fueron, entonces, derrotados. Y es complicado, ciertamente, recordar los fracasos, las traiciones, los heroísmos inútiles. La tendencia es recordar eventos gloriosos. Esa es la historia parcial, la que matiza la cara esplendorosa; pero no solo de eso se forman las sociedades; se amasan también con los fracasos y las negaciones; se expresan en la literatura, en el arte, en la tragedia de un fusilamiento, en la opacidad de un pacto; en el dolor de un desterrado. La idea de este libro, más allá de la glorificación de una fecha, es aproximarse a lo que debería entenderse como la conmemoración de un país que se ha formado trabajosamente, pese al poder, y en contra de todas las desilusiones, hasta llegar a lo que ahora tenemos, y asumir cómo nos formamos y, a veces, cómo nos soñamos y también en qué forma nos negamos. Y para hacerlo, más allá de los escenarios de la historia oficial, creemos necesario recordar los hechos desde la vida, la literatura, la prensa, la economía, el derecho y las tendencias que prosperan en el subsuelo de la sociedad. Este libro debería servir, más que a los historiadores, a los hombres y mujeres que hacen todos los días el Ecuador, a los que se duelen de su suerte y sienten de verdad lo que podemos llamar la patria, como su casa y como la casa de los abuelos, de los padres y los hijos.