Hasta la fundación de la Academia de San Carlos, en 1783, la arquitectura era considerada en Nueva España un arte mecánica. El autor anónimo de la Architectura mechanica, manuscrito que se resguarda en la Biblioteca Nacional y que se rescata en esta edición, acompañado por un estudio del arquitecto Xavier Cortés Rocha, se dolía de que, siendo la arquitectura un arte liberal, se le considerara un arte mecánica, sujeta por lo tanto a las obligaciones extralaborales y hasta infamantes de un oficio, tales como llevar en andas una imagen en las procesiones y tener jerarquías militares para estar preparados en caso de leva. Se explican, entre otras cuestiones, las condiciones y el contenido del examen que el gremio aplicaba al futuro arquitecto, tras lo cual se le permitía tener taller propio, contar con oficiales y formar aprendices, contratar obras y dirigirlas, así como participar en la vida del gremio, con la posibilidad de ser elegido veedor o autoridad de éste.